La novela de Umberto Eco nos hace pensar que hay un significado detrás de ese título. Buscamos un nombre, buscamos la rosa e intentamos entrelazar cada una de las relaciones que encontramos. Pero, ¿ y si Umberto Eco no pretendía darle un significado a su título? ¿y si lo que pretendía era, simplemente, que buscaramos significados inexistentes?
Lo primero que se nos viene a la cabeza es la Rosa como flor. Esta Rosa significa pureza, feminidad, amor. Esto nos lleva a pensar en la chica de la que Adso se enamora.
Por otra parte, en un sentido más religioso, la rosa es relacionada con la Virgen María, de hecho, se le llama “Rosa Mística”. Aparece en los momentos tensos de la película, y es admirada, comparada con la perversión y la virginidad, y rodeada con pétalos de rosa. La Rosa, de hecho, aparece constantemente generando confusión y manteniéndonos en la búsqueda de su verdadero significado. La misma incertidumbre que sentían los personajes a lo largo de su vida, de un instrumento que es la verdad y de la vida misma en la que se encontraban.
Umberto Eco nos puede llevar a pensar incluso que la Rosa, por presentar variadas curvas en sus pétalos y tallos se asemeja a un laberinto, lugar donde se encuentra la biblioteca de los libros perdidos.
No obstante, una interpretación plausible proviene de la última frase del libro:
"Stat rosa prístina nomine, nomina nuda tenemus"
"De la rosa no nos queda sino el nombre"
Siendo la "rosa" una alusión a todo el conjunto cultural y riqueza espiritual contenida en la biblioteca de la abadía y que pereció para siempre en el incendio, quedando sólo su recuerdo.
Y es cierto que la rosa es una figura simbólica muy densa, pero, como dijo el propio Umberto Eco, por tener tantos significados, ya casi los ha perdido todos.
“El Nombre de la Rosa” es una
novela de ficción cuyo propósito era la "búsqueda de la verdad": Los
dos personajes principales, un estudioso monje llamado William de Baskerville,
sumamente conocedor de filosofía y apasionado por el pensamiento humano (como
si se tratase de un pensador humanista renacentista) y su discípulo Adso están,
precisamente, en la "búsqueda de la verdad", de "ampliar los
límites de la mente", "expandir su conocimiento del mundo y de las
personas". Esta búsqueda choca con el lugar donde se encuentran: la edad
oscura del Medievo, pues esta es un a época donde a muchos niveles se
consideraba que "la única verdad" era la fe cristiana. Así, a lo
largo de la trama y en varios niveles simultáneos de lectura, estos dos
personales están tratando de averiguar cuál es "la verdad": A nivel Humano: hay una serie de homicidios sin
resolver en el monasterio al que llegan... averiguar la verdad acerca de quién
los cometió y por qué simboliza la búsqueda natural, humana, de "separar
lo bueno de lo malo" y "hacer verdadera justicia". A nivel Intelectual: el monasterio en el que se
encuentran se dedica a ocultar libros, pero esos libros están vedados a la
gente: no están ahí para expandir el conocimiento humano, sino para ser
ocultados del mismo. Descubrir realmente dónde está la entrada de la
biblioteca, qué hay en ella y por qué se insiste tanto en ocultarla simboliza
el deseo inherente del ser humano de "aumentar su conocimiento y
entendimiento del mundo", "luchar por descubrir la verdad acerca del
universo que nos rodea" etc… A nivel Espiritual: el hecho de que los
personajes principales sean monjes no es al azar, ya que William es presentado
como un "hombre de fe ilustrado" y Adso como "un creyente ávido
de aumentar su conocimiento acerca de Dios". Las dudas morales y de fe de
ambos hombres son diferentes pero, irónicamente, encaminadas a un fin similar:
"quieren creer, pero necesitan saber en verdad por qué creen en
Dios"... Esto simboliza la búsqueda humana acerca de "la verdad trascendental",
averiguar respuestas tales como: "¿cuál es el sentido verdadero de la
vida?" y "¿qué sucederá verdaderamente conmigo cuando muera?" Y a nivel Social: a medida que se hacen patentes
los conflictos de intereses de poder entre los personajes principales, el Abad
del monasterio y la Inquisición, se está pretendiendo lograr que en última
instancia el lector se cuestiones acerca de si "la verdad es realmente lo
más deseable para mantener un orden social estable": a medida que las
indiscreciones, conspiraciones y velos de mentiras de la trama se van desbaratando,
también lo empieza a hacer éste "pequeño orden social" del
monasterio, volviéndose más caótico y peligroso para todos los que están
involucrados.
Al comienzo de nuestra vida todos somos prisioneros que formamos parte de un mundo en el cual los sentidos guían nuestras vidas.
No tenemos capacidad para decidir sobre nuestras propias decisiones, permaneciendo "inmóviles" y creyendo que ésta es la verdadera realidad.
FASE 2: PISTIS.
Aunque crecemos, seguimos ignorantes porque estamos limitados por la experiencia sensible, pero ahora la creencia se corresponde con un conocimiento más real.
FASE 3: DIANOIA.
Una vez que el alma se libera de lo corpóreo es capaz de conocer lo inmaterial: las Ideas.
A través de la razón conocerá nuevas realidades inteligibles. Para ello la persona seguirá creciendo y recorriendo el curso natural de la vida, creyéndose ya un poco más libre...
Las matemáticas nos ayudarán en este proceso mostrando la esencia o naturaleza de los objetos.
FASE 4: NOESIS.
El camino concluye cuando el hombre alcanza los conocimientos necesarios para entender la realidad y asume que las cosas son lo que son porque parten de las Ideas. El cuerpo deja de ser la cárcel y el alma liberada ya es conocedora de la Idea de El Bien.
Cuando se alcanza el verdadero conocimiento, la persona debe "regresar a la caverna" para instruir a la sociedad y liberarlos de la ignorancia.
Por conclusión se entiende que, aunque podemos ser más felices viviendo en la ignorancia, esto sólo nos hace manipulables. Para salir de ella debemos conocer la verdad, siendo dueños de nuestro propio camino.
Dijo Platón:
"La conquista propia es la mayor de las recompensas."
El relativismo moral de Sócrates dice que la
experiencia moral se basa en el conocimiento del bien. Solo si se conoce qué es el bien y la justicia se puede realizar el bien y la justicia. Sócrates hace las siguientes consideraciones a sus conciudadanos: cuando uno de vosotros está enfermo no propone una votación entre los miembros de la familia para establecer qué remedio es adecuado para curar la enfermedad: ocurre más bien que llama al médico y se somete a su juicio y recomendaciones. Y pregunta a continuación Sócrates: ¿Por qué cuando se trata de lo más importante de todo, que es el bien de la ciudad y las leyes que son adecuadas para la convivencia entre los ciudadanos, dejamos que todo el mundo opine y nos sometemos a la mayoría y no llamamos a aquél que sabe?
Para el intelectualismo moral los asuntos morales y políticos tienen que ser cosa de expertos. Esta propuesta socrática puede dar lugar a interpretaciones políticas antidemocráticas y elitistas: El punto de vista de Sócrates se puede mirar de dos formas: cuando Sócrates pide que a la base de la moral y la política se encuentre el conocimiento ¿a qué conocimiento se refiere? Podemos distinguir entre el saber hacer algo y el saber en qué consiste ese algo. Por ejemplo, el artista sabe hacer belleza, pero es muy posible que no sepa en qué consiste la belleza, ni qué pasos concretos hay que seguir para alcanzarla. El primer tipo de saber es un saber entendido como destreza para la realización de algo, y el segundo tipo es un saber entendido como conocimiento explícito y consciente de algo. Es fácil observar que estas dos formas de saber no tienen que ir necesariamente unidas, así el historiador y el crítico del arte pueden saber explícitamente muchas cosas relativas a la belleza, pero es muy posible que no sepan crear arte ni belleza. Sócrates hablaba de un conocimiento del segundo tipo como garantía de las acciones buenas y justas, de ahí la confusión que creaba cuando les preguntaba por una definición de aquello para lo cual se les suponía expertos.
Nuestras convicciones vulgares parecen contrarias al intelectualismo moral pues creemos que alguien puede saber que algo está mal y sin embargo hacerlo mal. Para el intelectualismo moral la perfección moral es una consecuencia de la perfección del intelecto o razón; sin embargo otros autores como Aristóteles se acercarán más al punto de vista corriente al considerar que el conocimiento no es condición suficiente para la conducta justa y buena. Este autor pondrá como fundamento de la práctica moral la perfección de la voluntad más que la perfección del intelecto: la conducta buena no depende tanto del conocimiento como de la disciplina de la voluntad en la realización de las acciones justas. Así, desde el punto de vista de Aristóteles y en contra del intelectualismo moral, cabe concluir que seguramente para ser justo es necesario saber realizar la justicia, pero aquí esta palabra no designa un conocimiento explícito y teórico de la justicia sino la posesión de una habilidad o disposición para la realización de acciones justas.
Una de las preocupaciones más importantes del pensamiento medieval fue la relación entre la teología y la filosofía, entre la fe y la razón. El problema es discernir cuál es la relación entre el conocimiento sobrenatural del hombre, alcanzado por revelación, y el conocimiento natural, logrado a través del intelecto y los sentidos. Así, la razón y la fe pueden representar dos fuentes distintas de conocimiento que pueden ser compatibles o incompatibles entre sí.´
Dios fue siempre la gran pasión de Tomás. Ya desde niño, siendo oblato en la abadía de Montecasino, les preguntaba a los monjes benedictinos: ¿Quién es Dios? Tomás descubrió con el paso del tiempo que esa es una pregunta clave, pero difícil de contestar.Experimentar lo divino es antes que nada un don de Dios que crea en el ser humano una cierta connaturalidad con él. Ese don de Dios, esa gracia, no arrasa la libertad humana; al contrario, la aumenta, pues nuestras acciones son más nuestras cuando las recibimos enteramente de Dios. Por este camino, cualquier viejecilla cristiana supera con su fe el conocimiento de Dios alcanzado por los filósofos anteriores a la encarnación de cristo. Es el conocimiento que brota del amor; cuanto más se ama a Dios mejor se le conoce y mayor felicidad produce ese conocimiento.
Pero el conocimiento de Dios que alcanzamos por la gracia es más profundo. No obstante, incluso por la gracia seguimos sin saber qué es Dios; por eso nos unimos a él como a algo desconocido. Dadas las limitaciones de nuestro conocimiento, Tomás no dudará en afirmar que a Dios es mejor amarle que conocerle. El amor mismo es ya conocimiento. No hay contradicción aquí con el famoso adagio que enseña que nada puede ser amado si no es previamente conocido, pues una persona puede ser perfectamente amada sin ser perfectamente conocida; y algo semejante ocurre cuando se ama a Dios.
Para Tomás de Aquino, varón y mujer manifiestan distintamente la racionalidad humana. La hembra-madre, razón material e incorporada, se identifica con la naturaleza y semeja la materia prima. El macho-varón semeja a la forma, encierra la plenitud del ser, e intenta ser una razón pura y desincorporada separada de la naturaleza, y necesaria para completar a la mujer. Axiológicamente, mujer es lo indecente, sucio, moralmente, es el instrumento para hacer caer al varón en el mal, mientras que el varón es el bien, lo apetecible, pues fue creado antes que la mujer para significar su superioridad en dignidad y gobierno.
En la comparación, la hembra y lo indecente desean lo masculino y lo bueno, la hembra, por tanto, se relaciona con lo indecente o torpe y lo masculino con lo bueno. Este deseo de la materia por la forma, de lo femenino por lo masculino y de lo indecente por lo bueno, es sólo accidental pues quien desea es una sustancia individual, que es lo único que existe en sí.
Es decir, es la sustancia humana, la que accidentalmente es femenina, la mujer, la que desea al macho varón, y es la sustancia humana, la que accidentalmente es indecente, la que desea lo bueno.
La obra transcurre en la Edad Media bajo el papado de Juan XXII. El franciscano Guillermo de Baskerville y su discípulo Adso de Melk, llegan a una abadía benedictina en los alpes italianos y famosa por su biblioteca con estrictas normas de acceso.
Guillermo debe organizar una reunión entre los delegados del Papa y los líderes de la orden franciscana, en la que se discutirá sobre la supuesta herejía de la doctrina de la pobreza apostólica, promovida por una rama de la orden franciscana: los espirituales. La celebración y el éxito de dicha reunión se ven amenazados por una serie de muertes que los supersticiosos monjes, a instancias del ciego bibliotecario Jorge de Burgos, consideran que siguen la pauta de un pasaje del Apocalipsis.
Guillermo y Adso intentan resolver el misterio descubriendo que, en realidad, las muertes giran alrededor de la existencia de un libro envenenado, un libro que se creía perdido, el segundo libro de la Poética de Aristóteles. La llegada del enviado papal e inquisidor Bernardo Gui inicia un proceso inquisitorial de amargo recuerdo para Guillermo, que en su búsqueda ha descubierto la magnífica y laberíntica biblioteca de la abadía.
El método científico de Guillermo se ve enfrentado al fanatismo religioso representado por Jorge de Burgos, el anciano bibliotecario que mantiene oculto el libro, quien tras la discusión con Guillermo comienza a devorar las páginas envenenadas del libro. En el forcejeo para recuperar el libro de manos del bibliotecario una lámpara cae accidentalmente, iniciando un incendio que arrasa con la biblioteca y la abadía entera.
El nombre de la rosa es, sin lugar a
dudas, uno de los mejores retratos de la
baja Edad Media. Puede que en algunos aspectos carezca de rigor histórico,
pero la habilidad con la que aparecen representadas algunas de las ideas clave
para comprender este periodo es inigualable. Con el teocentrismo medieval de fondo, y la crisis incipiente de una época
que se termina.
Guillermo de Baskerville en la obra es una recreación literaria de Guillermo de Ockham, uno de los filósofos más polémicos de su
tiempo, y que tuvo problemas ante las autoridades
eclesiásticas por ejercer la libertad de pensamiento. El personaje Guillermo de Baskerville empieza a asomar toda una nueva forma de pensamiento, pensamiento que no se construye sobre la revelación ni la autoridad, sino sobre los argumentos racionales elaborados a partir de las pruebas obtenidas empíricamente. Toda la
ciencia moderna aparece figurada en Guillermo y su particular modo de
investigar los asesinatos de la abadía. Tiempos
de crisis los que aparecen en la película: pensamientos que comienzan a superarse y otros que nacen
lentamente.
Crisis y choque que se deja notar en otro de los
puntos de la película: el conflicto interno de la
Iglesia católica ante una orden naciente, los
franciscanos, que cuestionan de un modo radical la vida opulenta y acomodada de
las altas autoridades eclesiásticas. Persecuciones inquisitivas a aquellos que no están de acuerdo con la doctrina oficial, como a pasado siempre tanto en el ámbito religioso como en el político. La incapacidad de soportar que alguien piense distinto.
Otro punto significativo era el obstáculo constante al libre pensamiento, reflejados en la biblioteca de la abadía, muy controlada, y mas significativamente aún con Jorge de Burgos que envenena las páginas del segundo libro de la Poética de Aristóteles para que cualquiera que lo leyese muriera envenenado.
En el libro se menciona que los herejes son herejes (valga la redundancia) porque son incultos, ignorantes, simples, desconocen el bien, lo que se encuentra en estrecha relación con el intelectualismo moral de Sócrates, en el cual dice que solamente sabiendo qué es lo justo se puede obrar justamente, es decir, consiste en entender que el que actúa mal lo hace porque ignora lo que es el bien. Según esto, los herejes tienen un error de conocimiento, fruto de su ignorancia, ya que para Sócrates obrar mal es siempre involuntario, es decir, todo vicio es el resultado de la ignorancia y ninguna persona desea el mal; a su vez, la virtud es conocimiento y aquellos que conocen el bien, actuarán de manera justa. Para acabar con los herejes, según el intelectualismo moral de Sócrates, habría que enseñarles la virtud para que de esa manera, al obrar mal, no pensaran que lo que están haciendo está bien y les aporta felicidad, sino que se dieran cuenta de que lo que consideran como bueno no es tal y no les provoca más, que dar pasos hacia la infelicidad.
Por otra parte, el hecho de que el hombre está formado por cuerpo y alma, es decir, la teoría antropológica de Platón, en la cual dice que el hombre es la unión de cuerpo y alma, y el alma es anterior al hombre que constituye y es inmortal, mientras que el cuerpo es mortal. Debido a esto, el alma se encarnará en distintos cuerpos de acuerdo con el conocimiento que haya logrado obtener del mundo de las Ideas. O la teoría hilemórfica de Aristóteles según la cual, el ser humano es un compuesto de materia y forma. La materia se identifica con el cuerpo y la forma con el alma.
Aquí dejo un pequeño fragmento de la película que trata de una discusión entre Guillermo de Baskerville y Jorge de Burgos sobre la risa, uno de los muchos aspectos de este nuevo y emergente cambio de pensamiento, el choque entre dos generaciones.
Se
denomina ‘Principio de economía’ o ‘navaja de Ockham’, la
fórmula: «no hay que multiplicar los entes sin necesidad». O en
una formulación más literal: «la pluralidad no debe introducirse
innecesariamente». Si los conceptos no son realidades distintas del
entendimiento que los piensa, es inútil multiplicar las distinciones
entre los diversos tipos de seres que no hacen más que introducir
confusión entre el pensamiento, allí donde se necesitaría claridad
y concisión. En filosofía y en ciencia sólo son necesarios los
conceptos que proceden del pensamiento intuitivo, o que se deducen de
otros ya conocidos de esta manera. Así la navaja de Ockham
simplifica y aclara el alcance de los problemas filosóficos.
Occam,
franciscano defensor de la pobreza evangélica, adoptó en la célebre
polémica medieval de los universales una posición nominalista:
Doctrina filosófica que niega la existencia objetiva de universales,
se opone al realismo y al idealismo.
Según
Ockham, existen dos tipos de conocimiento:
-
El conocimiento abstracto,
que versa sobre las ideas y establece relaciones entre ellas. Sin
embargo, no existe garantía de que esas relaciones correspondan a
las relaciones que las cosas guardan entre sí en la realidad.
-
El conocimiento intuitivo, único que posee certeza cuando
hablamos de la realidad. Para que una proposición no sólo sea
coherente, sino que también hable de la realidad, necesita de la
evidencia inmediata presentada por los sentidos. A eso se denomina
conocimiento intuitivo. La validez de este conocimiento está
garantizada por la cosa conocida, ya que su causa es directamente
ella misma. Pero entonces lo único que podemos conocer con certeza
son cosas concretas, individuos, no formas universales, ni especies.
Pero entonces, ¿qué pasa con los conceptos ( el hombre, el
perro...) que expresan lo universal ?
Polémica
de los universales.
Recibe
este nombre el problema, clásico en filosofía medieval, que busca
determinar qué tipo de entidad, o realidad, les compete a los
términos universales. ¿Qué es, en realidad, «humanidad»? ¿Qué
es verdaderamente «hombre»? Tras estos interrogantes, se halla como
telón de fondo, la pregunta sobre qué clases de cosas existen. Como
de ciertas cosas es obvio afirmar que existen, el problema se centró,
teóricamente, en aquellas cuya existencia o inexistencia era
problemático afirmar.
El término “herejía” connota, desde el punto de vista
etimológico, tanto el acto de elegir como la cosa elegida. Sin embargo, su
significado se ha reducido a la elección de doctrinas religiosas o políticas, a
la adhesión a iglesias o partidos políticos.
Santo Tomás define la herejía del modo siguiente: “Una
especie de infidelidad de aquellos que, habiendo profesado la fe en Cristo,
corrompen sus dogmas”. “La correcta fe cristiana consiste en asentir
voluntariamente con Cristo en todo aquello que pertenece verdaderamente a su
enseñanza. Hay, consecuentemente, dos formas de desviarse del cristianismo:
una, cuando uno se rehúsa a creer en Cristo, y es lo que se llama infidelidad,
que comparten los paganos y los judíos; la otra, cuando uno restringe su
creencia solamente a ciertos puntos de la doctrina de Cristo, seleccionados y
modificados según la propia conveniencia, y es lo que se llama herejía. El
objeto de la fe y de la herejía es, por tanto, el depósito de la fe, o sea, la
suma total de las verdades reveladas por la Escritura y la Tradición según nos
la propone la Iglesia para que la creamos. El creyente acepta la totalidad del
depósito según lo propone la Iglesia; el hereje acepta sólo aquellas partes que
su juicio le recomienda. Las razones de la herejía pueden ser: ignorancia del
verdadero credo, juicio erróneo, percepción y comprensión imperfectas de los
dogmas. En ninguno de esos casos juega la voluntad un papel importante, y ello
hace que tal herejía sea solamente material u objetiva, al no darse una de las
condiciones de la pecaminosidad: la elección libre. Por otro lado, la voluntad
puede libremente inclinar el intelecto a adherirse a algunas de las posiciones
que han sido declaradas falsas por la autoridad de la Iglesia. Los motivos para
ello pueden ser: orgullo intelectual o confianza excesiva en las propias
capacidades; la ilusión de celo religioso; la tentación de poder político o
religioso; las ataduras de los bienes materiales y el nivel social; quizás
otros menos honorables aún. Este tipo de herejía aceptada sí es sujeto de
culpa, en grado variable. Se le llama formal porque al error material añade el
elemento informativo de lo “libremente querido”.
Para que la herejía sea formal, debe tener pertinacia, o sea,
la adhesión obstinada a una posición particular. Mientras alguien tenga el
deseo de someterse libremente a la decisión de la Iglesia, dicha persona será
un cristiano católico en el fondo de su corazón y sus creencias falsas no
pasarán de ser errores pasajeros y opiniones momentáneas. Teniendo en cuenta
que el intelecto humano únicamente puede asentir ante la verdad, sea ésta real
o aparente, la pertinacia deliberada, distinta de la oposición caprichosa,
supone una firme convicción subjetiva que puede bastar para informar la conciencia
y crear la “buena fe”. Convicciones tan firmes pueden ser el resultado de
circunstancias sobre las que la persona no tiene control, o de violaciones
intelectuales que, en sí mismas, pueden ser más o menos voluntarias y, por lo
tanto, imputables. Una persona que nace y es formada en un ambiente herético
puede llegar a morir sin jamás tener duda de la verdad de sus creencias. Por
otro lado, una persona que nace católica puede dejarse arrastrar por remolinos
de pensamiento contrario a la Iglesia, de los cuales ninguna autoridad
doctrinal puede salvarla, y debido a los cuales su mente llega a ser
influenciada por convicciones y consideraciones suficientemente fuertes como
para superar su conciencia católica. No corresponde al hombre, sino a Aquel que
conoce el fondo de los corazones, el sentarse a juzgar acerca de la culpa que
corresponde a un alma herética.
Es la creencia que da igual valor, legitimidad, importancia
y peso a todas las opiniones morales y éticas, con independencia de quién,
cómo, cuándo y dónde se expresan. Se trata de una igualación absoluta de toda opinión
ética o moral entre las que se cree que no existe jerarquía posible. Todas son
verdaderas y dignas de igual respeto.
¿Dónde surgió y cuál era su objetivo?
El relativismo moral ha existido por mucho tiempo, con los
primeros escritos por el historiador griego Herodoto (484 a 420 a.C). El
relativismo moral se puede contrastar con el objetivismo moral, la posición
común de muchos filósofos y religiones que hay una moral objetiva. Señala que
cada sociedad tiene su propio código moral y todos ellos consideran que sus
propias como el mejor.
En conclusión
El relativismo mantiene que existen muchas verdades
acerca de las cosas, al menos tantas como personas creen tener un conocimiento
de ellas. La influencia de elementos físicos, psicológicos, o culturales en las
creencias de las personas; La observación de las muchas ideas o concepciones
que tienen los distintos grupos o culturas; La observación del cambio de ideas
a través del tiempo.
Filósofo
Sócrates (470 – 399 a. C.) Fue un filósofo griego
considerado como uno de los más grandes tanto de la filosofía occidental como
de la universal. Se familiarizó con la dialéctica y la retórica de los sofistas
Su inconformismo lo impulsó a oponerse a la ignorancia popular y al
conocimiento de los que se decían sabios, aunque él mismo no se consideraba un
sabio La sabiduría de Sócrates no consiste en la simple acumulación de
conocimientos, sino en revisar los conocimientos que se tienen y a partir de
ahí construir conocimientos más sólidos. El poder de su oratoria y su facultad
de expresión pública eran su fuerte para conseguir la atención de las personas.
Pensamiento
Sócrates le interesaba fundamentalmente la formación
de hombres de bien, con lo que su actividad filosófica quedaría reducida a la
de un moralista práctico n
el interés por las cuestiones lógicas o metafísicas sería algo completamente
ajeno a Sócrates. n la
búsqueda de la definición universal por elaboración de conceptos, que pretendía
alcanzar mediante el método inductivo. n
definición universal por concepto no tenía una intención puramente teórica,
sino más bien práctica.
Según
el intelectualismo
moral,
lo bueno es lo que determina la razón (no el instinto, ni la
emoción, ni la simple voluntad). Es posible, pues, un saber racional
de lo bueno y lo malo. Las "verdades morales" son
universales y válidas para todos, tal como las verdades científicas.
Además, dado que la ética es una ciencia, no todo el mundo está
capacitado para entender y resolver problemas morales (ni siquiera
aquellos problemas que afectan a uno mismo). Son los expertos los que
deben decidir sobre la bondad o conveniencia de las acciones. Del
mismo modo, los asuntos de la política (qué leyes, qué forma de
gobierno, etc., son justas) deben resolverlos los expertos o sabios,
y no, por ejemplo, a través de los votos...
Si
la razón nos dice que algo es bueno, querremos hacerlo, y lo haremos
sin esfuerzo (o sin darnos cuenta de que nos esforzamos, como cuando
hacemos algo que nos interesa mucho). Si, por ejemplo, la razón nos
dice que estudiar idiomas o hacer deporte son buenos para nosotros,
lo deberíamos hacer sin mayor esfuerzo. Si hace falta disciplina o
“fuerza de voluntad” esto es señal inequívoca de que no tenemos
claro que lo que hacemos sea realmente bueno para nosotros.
Todo
el mundo actúa siempre bajo la creencia de que lo que hace es lo
mejor que puede hacer, dadas las circunstancias. Nadie hace el mal a
sabiendas. Incluso el que roba, mata o perjudica a los demás es
porque cree que eso es lo mejor que puede hacer (que lo "bueno"
es lo que conviene a sus intereses, aunque eso signifique fastidiar a
los otros). Nadie es, pues, culpable de nada. Todos creen comportarse
lo mejor posible (hasta Hitler creía estar haciendo un bien a sí
mismo, a Alemania, a la humanidad entera). Otra cosa es que se sea
ignorante y se esté equivocado, y que lo que uno cree que es un bien
no lo sea. Pero entonces lo "malos" no son malos, sino solo
ignorantes. Y lo que hay que hacer con ellos es convencerles de que
están equivocados, es decir, educarle, no castigarle o vengarse de
ellos. Así, no hacen falta policías ni cárceles, sino profesores
(que no parezcan policías) y centros educativos (que no parezcan
cárceles). El ser humano es un ser racional, no un animal irracional
al que se pueda "educar" con premios y castigos (en lugar
de con razones).
En el libro “República”, Platón presenta el mito de la caverna. Es, sin duda, el mito más importante y conocido de este autor. Platón dice expresamente que el mito quiere ser una metáfora “de nuestra naturaleza respecto de su educación y de su falta de educación”, es decir, sirve para ilustrar cuestiones relativas a la teoría del conocimiento. Pero tiene también claras implicaciones en otros dominios de la filosofía como la ontología, la antropología e incluso la política y la ética; algunos intérpretes han visto también implicaciones religiosas.
I. DESCRIPCIÓN DE LA SITUACIÓN DE LOS PRISIONEROS
Nos pide Platón imaginar que nosotros somos como unos prisioneros que habitan una caverna subterránea. Estos prisioneros desde niños están encadenados e inmóviles de tal modo que sólo pueden mirar y ver el fondo de la estancia. Detrás de ellos y en un plano más elevado hay un fuego que la ilumina; entre el fuego y los prisioneros hay un camino más alto al borde del cual se encuentra una pared o tabique, como el biombo que los titiriteros levantan delante del público para mostrar, por encima de él, los muñecos. Por el camino desfilan unos individuos, algunos de los cuales hablan, portando unas esculturas que representan distintos objetos. Dado que entre los individuos que pasean por el camino y los prisioneros se encuentra la pared, sobre el fondo sólo se proyectan las sombras de los objetos portados por dichos individuos.
En esta situación los prisioneros creerían que las sombras que ven y el eco de las voces que oyen son la única realidad.
II. PROCESO DE LIBERACIÓN DEL CAUTIVO
Supongamos, dice Platón, que a uno de los prisioneros, “de acuerdo con su naturaleza” le liberásemos y obligásemos a levantarse, volver hacia la luz y mirar hacia el otro lado de la caverna. El prisionero sería incapaz de percibir las cosas cuyas sombras había visto antes. Se encontraría confuso y creería que las sombras que antes percibía son más verdaderas o reales que las cosas que ahora ve. Si se le forzara a mirar hacia la luz misma le dolerían los ojos y trataría de volver su mirada hacia los objetos antes percibidos.
Si a la fuerza se le arrastrara hacia el exterior sentiría dolor y, acostumbrado a la oscuridad, no podría percibir nada. A continuación contemplaría de noche lo que hay en el cielo y la luz de los astros y la luna. Finalmente percibiría el sol, pero no en imágenes sino en sí y por sí. Al recordar su antigua morada, la sabiduría allí existente y a sus compañeros de cautiverio, se sentiría feliz y los compadecería. Esa vida le parecería insoportable.
III. INTERPRETACIÓN
A. Debemos comparar la región visible con la morada-prisión y la luz del fuego que hay en ella con el poder del sol.
B. El ascenso y contemplación de las cosas de arriba es semejante al camino del alma hacia el ámbito inteligible.
Las características de este mundo son su carácter temporal, espacial, cambiante y corruptible. Nuestro cuerpo se incluye en el Mundo Sensible. Del Mundo Sensible no cabe la ciencia sino la mera opinión. En el mito de la caverna, la metáfora del Mundo Sensible es el mundo del interior de la caverna.
Las cosas del Mundo Sensible tienen ser en la medida en que participan o imitan del mundo eterno de las Ideas. Este Mundo ha sido "fabricado" (que no creado) por el Demiurgo a partir de la modificación y transformación que ejerce sobre la materia informe tomando como modelo el Mundo Inteligible.
MUNDO INTELIGIBLE
A este mundo no se puede acceder con el uso de los sentidos sino que se llega a él gracias al uso de la parte más excelente del alma, que para Platón es la razón. El Mundo Inteligible es la auténtica realidad, tiene para este autor un carácter religioso y consecuencias en el campo de la epistemología, la ética y la política. En el mito de la caverna la metáfora del Mundo Inteligible es el mundo exterior al que accede el prisionero cuando pierde las cadenas y sale de la caverna.
Platón establece una jerarquía en las entidades que pueblan este mundo: situándose por encima de todas las Ideas encontramos la Idea de Bien, que en ciertos textos parece identificar con Dios. Después la Idea de Belleza y la Idea de Verdad; tras estas, Ideas fundamentales como la de Unidad, Multiplicidad, Ser y No Ser; a continuación las; finalmente, el resto de Ideas. Aunque la lógica que le lleva a Platón a postular la existencia de este mundo le tendría que obligar a admitir tantas Ideas como términos universales existan, su punto de vista esta influido por consideraciones valorativas por lo que se niega a aceptar que puedan existir Ideas que correspondan a realidades con connotaciones negativas o referidas a realidades con escaso valor: Idea de pelo, de uña..., admitiendo tan sólo las Ideas matemáticas y las que tienen una connotación estético-moral.
- Las ideas son el término de la comparación. - Una idea es lo que da entidad a una cosa. - El mundo físico es un copia de el mundo de las ideas.